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90 años de la PUCV: el visionario aporte de los fundadores Rubén Castro y Rafael Ariztía

Para el surgimiento de nuestra Casa de Estudios ocurrieron una serie de hechos donde se aprecia la convergencia de voluntades de muchas personas. La reforma a la Constitución de 1925 contribuyó a la autonomía de nuestro plantel, pero un paso importante se dio en una Parroquia en Quillota, donde los fundadores se conocieron.

Viernes 21 de septiembre de 2018

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21.09.2018

No fue fácil levantar el señorial edificio de la Casa Central de la Universidad Católica de Valparaíso. Esta obra se concretó gracias a la maravillosa voluntad de sus fundadores y de muchas personas que destinaron recursos, tiempo y empeño para que esta idea llegara a buen puerto. Una serie de acontecimientos ocurrieron para que luego de algunos años se erigiera nuestra Casa de Estudios en un terreno ubicado entre las avenidas Argentina y Brasil, donde funcionaba un mercado público y que fueron comprados a una sucesión de Juana Ross de Edwards por 900 mil pesos.

La historia de nuestra Universidad tiene su génesis el 9 de marzo de 1916, cuando en el testamento de la fundadora Isabel Caces, esposa de Juan Brown, se dispuso “hacer algunas asignaciones con objeto de beneficencia, instrucción o piedad”, nombrando como albaceas a sus hijas Isabel y Teresa, asignándoles con cargo a la cuarta de libre disposición de sus bienes la suma de un millón quinientos mil pesos.

No se sabe con certeza si en la cabeza de nuestra benefactora estaba la idea de construir una universidad, pero luego del fallecimiento sus hijas destinaron 500 mil pesos a obras de beneficencia y el millón restante quedó en manos de Isabel y María Teresa Brown, quienes siguiendo los consejos del párroco de Quillota, Rubén Castro Rojas y del empresario Rafael Ariztía Lyon –marido de Teresa- fueron los principales impulsores de esta iniciativa.

Sobre cómo se conocieron el párroco Rubén Castro y la familia Brown Caces, el historiador y exalumno PUCV, Roberto Silva Bijit, recuerda que el vínculo se gestó por un hecho trágico, que marcó a fuego la relación entre Rafael Ariztía y el sacerdote, que después llegaría a ser el primer rector de la UCV.

“En marzo de 1912 llegó el padre Rubén Castro a la Parroquia de Quillota. Un día estaba haciendo misa y descubrió a una pareja que asistía todos los domingos a la Iglesia y los vio muy tristes. Entonces decidió acercarse a ellos y hablarles. Les contó que era el nuevo párroco, que venía llegando a Quillota y les preguntó si les pasaba algo. Entonces ella le dice: ‘estamos arrastrando un gran dolor. Tuvimos dos hijos Rafael y Adolfo. Los mandamos con una empleada de la casa al circo y al poco tiempo murieron de difteria. Nos quedamos sin hijos y sin posibilidad de educarlos. Somos personas con una gran fortuna. Él era Rafael Ariztía Lyon y ella Teresa Brown Caces. Así se conocieron”, recuerda.

Silva Bijit agrega que paulatinamente el Párroco Rubén Castro les planteó que muchos jóvenes necesitaban educación y que estaba trabajando para levantar un liceo católico. Al respecto, el Instituto Quillota se fundó en 1914 y el discurso inaugural fue realizado por el sacerdote Rubén Castro. Todas las obras anexas, salas de clases y la construcción fueron donadas por Rafael Ariztía Lyon. Después de su muerte en 1929, el recinto cambió de nombre y recuerda a su gran benefactor. 

El ex rector de la PUCV, Alfonso Muga, precisa que posteriormente el padre Castro fue avanzando en su plan de construir una universidad e influyó para que la familia Brown-Caces concretara una obra mayor y que Valparaíso contara con una institución formadora de carácter científico, técnico y comercial. En esta tarea, el rol de Rafael Ariztía fue central. Para el surgimiento de la Universidad Católica de Valparaíso se concatenaron la voluntad y tesón de personas como Isabel Caces, Rubén Castro, Isabel y Teresa Brown y Rafael Ariztía.

“Es altamente probable que la muerte de sus dos hijos haya generado un estado de cosas, una construcción de esperanzas. Era una familia muy creyente. Es posible que este trágico hecho haya generado una condición espiritual movilizadora sobre qué hacer para formar a personas católicas. Hubo una cierta mística y esto marcó al matrimonio Ariztía-Brown. Perdieron a sus dos hijos en menos de seis meses”, señala el ex rector.

Por otro lado, el profesor Muga agrega que la UCV fue la primera universidad católica de América Latina que nació con un edificio ya construido y llaves en mano. Las otras instituciones comenzaron bajo situaciones de gran precariedad. En el caso nuestro, la Fundación Isabel Caces de Brown -creada en 1924- se preocupó de cada detalle.

“Al construir la prehistoria de la UCV hay que relevar la figura de Rafael Ariztía, las hermanas Brown e Isabel Caces, los sectores de la Iglesia Católica, la política chilena y la Constitución de 1925 que separa a la Iglesia del Estado. Ariztía, por ejemplo, andaba hasta el último momento colocando pinturas y viendo el equipamiento de los salones antes de la inauguración de la Universidad”, indicó. Hasta el diseño de la Casa Central de los arquitectos Ernesto Urquieta y Gregorio Airola recibió la asesoría de Rubén Castro y Rafael Ariztía.

Por esos años, Valparaíso contaba con 180 mil habitantes, prestigiosos colegios y dos liceos de donde egresaban centenares de alumnos sin posibilidades de acceder a la educación técnica y profesional. Contar con una universidad porteña era una necesidad considerando que muchas familias se radicaban en Santiago para dar este paso.

El rector de la Universidad Católica de Chile, Pbro. Carlos Casanueva, se encargó de redactar las escrituras de fundación de la UCV para establecer un Politécnico acá, pero abierto a la posibilidad de transformarse luego en una universidad. Se encargaron los planos, mientras la familia de los fundadores resolvió aportar los recursos necesarios para construir y equipar el edificio que se proyectó con un objetivo comercial e industrial, honrando la memoria de Isabel Caces de Brown.

“El rector Casanueva logró que nuestra universidad tuviera como primeras carreras: Construcción, Edificación, Mecánica, Electricidad y otras de carácter técnico. Se suponía que los que salían de la UC se centraban en los campos disciplinarios del más alto nivel. Se vino a trabajar acá don Marcos Gatica como administrador de la Universidad y a cargo del Instituto de Técnicos. Era un hombre de confianza de Carlos Casanueva. En efecto, era director del politécnico de la UC”, indica el profesor Muga.

LA CONSTITUCIÓN DE 1925 LE DIO UN NUEVO IMPULSO A LA UNIVERSIDAD

El sacerdote Casanueva en un comienzo fue partidario de que la Universidad Católica de Valparaíso fuera una sede de la Católica de Chile. En el Archivo Histórico de la Universidad se conserva la correspondencia entre Rafael Ariztía y los rectores Casanueva y Castro, donde se aprecian las tensiones que hubo en esta etapa.

En febrero de 1928, por ejemplo, el rector Casanueva le pidió a Ariztía que en la escritura de transferencia de bienes se debía declarar que “se mantiene la unión universitaria orgánica y moral entre Santiago y Valparaíso”. 

En un documento que data del 8 de junio de 1928, el rector Castro le responde duramente a su colega de la UC: “¿Tendría el Arzobispado con qué mantener esta obra que desarrollada gastará un millón de pesos al año? Usted que en repetidas ocasiones, me ha hablado del fracaso económico de la Universidad de Santiago, se atreverá a sostener que tendrían fondos para mantener esta obra de Valparaíso en el pie que la sostendremos nosotros? (…)  Respecto a la enumeración que me hace de los servicios prestados a esta Universidad para dejarla incrustada a la de Santiago, respeto su apreciación, pero le diré que esos servicios desaparecen en absoluto para mí al frente del mal inmenso, a cuyo borde usted nos está colocando con la mejor intención”.

Por fortuna para la UCV, pese a que los primeros cursos fueron certificados por la UC en Santiago, el 13 de diciembre de 1929 se estableció -por decreto ley- que la Universidad Católica de Valparaíso era una institución particular y con personería jurídica de Derecho Público, avanzando hacia su autonomía.

Otro antecedente que permitió asegurar esa independencia en el futuro fue la creación de la Diócesis de Valparaíso en 1925. De acuerdo al Dr. en Derecho Canónico, Carlos Salinas, desde el siglo XIX estaba la intención de crear el Obispado de Valparaíso y, a comienzos del siglo XX, ese anhelo gozaba de un amplio consenso.

“Si bien es cierto que había intención de la Iglesia de crear el Obispado de Valparaíso, esa idea no pudo materializarse porque en el Congreso se necesitaba la aprobación de una ley, pero el Partido Radical se opuso y, por ello, no se pudo crear el Obispado de Valparaíso. Eso, hasta que se sustituyó la Constitución del 1833 por la de 1925 y en ella la religión católica dejaba de ser la religión oficial del Estado, poniendo fin al patronato. El 18 de octubre entró en vigencia la ley y ese mismo día la Iglesia creó el Obispado de Valparaíso”, agrega el académico de la Escuela de Derecho.

De ahora en adelante, la Iglesia Católica ya no debía pedir permiso al Estado para tomar decisiones propias, como la creación de un Obispado o el nombramiento de los obispos.

“A fines del siglo XIX había una pugna muy grande entre lo laico y lo católico. Una manera de sacar adelante la fuerza de los católicos fue la fundación de la UC en Santiago, que es de 1888. Y con eso se crea el centro católico: un grupo de personas que busca competir con este ímpetu que se había producido en Chile por la educación laica (…) En un comienzo estuvo la intención de que la UCV fuera parte de la Universidad Católica de Chile, pero Rafael Ariztía le dio un toque local. Tanto es así que el cuarto piso de la Universidad, que después lo ocupó la Escuela de Agronomía estaba destinado a los hermanos maristas que iban a educarse a la UCV”, expresa Roberto Silva.

La negociación entre Casanueva y la familia fundadora concluyó a favor de la autonomía, siguiendo el interés de los benefactores. Se conservó su condición de Universidad Católica, de provincia y se amparó en el derecho que tiene la Iglesia de abrir y sostener escuelas.

El Presbítero Rubén Castro fue el primer rector de la Universidad Católica de Valparaíso y asumió con personalidad la tarea de organizar y dirigir esta etapa germinal, siendo oficialmente la primera universidad de Valparaíso y la cuarta en el país. Desde que asumió la llamaba “Mi universidad” y con razón, pues la sentía su obra.

Rafael Ariztía fue parte del Consejo Universitario –antecedente del actual Consejo Superior- junto al rector y otros cinco miembros designados por el Ordinario Eclesiástico. En agosto de 1930, lo integraban: Enrique Wiegand, Gastón Pascal, Eduardo Budge, Tomás Eastmann y Guillermo Rowland.

La UCV abrió sus puertas el 25 de marzo de 1928 con dos facultades: Ciencias Aplicadas y Matemáticas y otra de Ciencias Económicas y Comercio.  Ese año se contó con 600 obreros y empleados para los cursos vespertinos y alrededor de 80 para los cursos diurnos.     

El diario La Unión no escatimó elogios para los cursos que ofrecía la Universidad porque “liberan a nuestros obreros de las garras de la ignorancia, tan expuestos a derrumbarse por el principio de la anarquía”. La Universidad se mostró desde sus inicios hospitalaria y generosa con los alumnos obreros al ofrecerles educación gratuita y dedicarles la particular preocupación del rector Rubén Castro. 

LA MUERTE DE RAFAEL ARÍZTÍA

A pesar del entusiasmo preliminar de los fundadores y del Obispado de Valparaíso, no fueron fáciles los primeros años de la Universidad. Una serie de imprevistos se presentaron cuando la institución recién partía. El 12 de enero de 1929, falleció uno de sus gestores: Rafael Ariztía, quien colaboró en cada detalle para la construcción de la Casa Central y apoyó su continuidad.  

La misa de difuntos fue presidida por el Obispo de Valparaíso, Eduardo Gimpert, con asistencia de personalidades de la época. El discurso central fue pronunciado por el rector Rubén Castro. “Señores: no necesito decir a qué vengo. Valparaíso entero y en especial los mil y tantos alumnos de la Universidad Católica, saben que don Rafael y yo teníamos un solo corazón y una sola alma para dar forma y vida a la más bella aspiración de este preclaro hijo de la Iglesia y al anhelo incontenible de este ciudadano modelo para engrandecer a su patria (…) Partió el molde de su alma en unión con dos seres del mismo temple suyo y dotó con su magnífica grandeza el pedestal de su gloria: la Universidad Católica de Valparaíso”. 

Luego del fallecimiento del filántropo se dio a conocer su testamento donde estableció la donación del Fundo La Palma en Quillota para ubicar allí una Escuela de Agronomía, la que se inauguró el 13 de octubre de 1963 y en 1968 se instaló en una casona que era del empresario que hasta el último de sus días estuvo preocupado por el futuro de la Universidad.

Roberto Silva recuerda el vínculo de ambos fundadores: “Rubén Castro fue párroco y después tuvo un problema en Quillota. Pasó un tiempo muy mal, pero creo que fue la influencia de Rafael Ariztía y los círculos políticos de Chile, los que le devolvieron un papel importante en la historia como primer rector de la Católica de Valparaíso. Era un hombre muy culto y se preparó para ejercer ese rol. Por eso la familia donó el terreno y Castro construye, pero hasta el último peso lo puso Ariztía Lyon. Y todo esto surgió por la conversación directa de don Rubén con una pareja afligida que vio en misa”.

Por Juan Paulo Roldán

Dirección General de Vinculación con el Medio

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