Veinticinco años atrás, el Gobierno de la época decidió crear la Comisión Nacional del Ahorro y entregó su conducción a Andrés Bianchi, quien se había desempeñado como el primer presidente del Banco Central bajo su actual régimen de autonomía.
Esta iniciativa estuvo motivada por un diagnóstico que advertía cierto debilitamiento del ahorro nacional, después del fuerte salto que había experimentado a fines de los años ochenta y que se había mantenido en la primera parte de los años noventa. Es de interés revisar algunas de las ideas y recomendaciones que la comisión formuló al concluir su tarea.
Sobre el impuesto a la renta, advirtió sobre las distorsiones e ineficiencias que se generan cuando las tasas para las personas son mucho más altas que las aplicadas a las empresas y, coherente con ello, recomendó que las tasas máximas para aquellas se rebajaran del 45% al 35%.
Sobre las franquicias tributarias al ahorro, argumentó que no debían establecerse para instrumentos específicos. En esa línea, propuso reemplazar un beneficio que existía entonces para las acciones de primera emisión por uno aplicable a una gama amplia de inversiones, con ciertos topes, concepto que fue recogido por el sistema de ahorro previsional voluntario (APV) años más tarde.
Simultáneamente, la comisión Bianchi estimó necesario introducir incentivos tributarios especiales para el ahorro orientados al segmento medio, para el cual el efecto de una rebaja de la base imponible es insignificante o nulo. En lo concreto, propuso una bonificación sobre los montos ahorrados con un tope mensual. El mecanismo de APV letra “a” recogió estos conceptos años después, mostrando en su aplicación logros significativos.
En el ámbito previsional, la instancia recomendó elevar el monto máximo imponible desde 60 a 90 UF, y extender la obligación de cotizar para los independientes. Se analizó la posibilidad de igualar la edad de retiro para hombres y mujeres, pero finalmente no se efectuó una recomendación específica.
Estas fueron las primeras señales, provenientes del mundo técnico, en el sentido de que el sistema previsional requería reformas. Quizás no fueron suficientemente contundentes, pero se debe reconocer que las elevadas tasas de rendimiento de las inversiones en esos años reducían la urgencia de introducir cambios, como los sugeridos por las comisiones Marcel y Bravo años después, bajo escenarios económicos muy distintos.
En un plano igualmente importante, se propuso ejecutar programas de educación financiera orientados a formar hábitos de austeridad y ahorro en los establecimientos educacionales; los centros laborales; y los hogares. Bien vale la pena echarle una mirada al informe de la Comisión Bianchi si queremos enfrentar con éxito los desafíos en materia de ahorro en los próximos años.
Después de todo, nada es completamente nuevo bajo el sol.
Fuente: Diario Financiero