21.11.2019
La Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, a través de su Programa de Ciencias para la Familia, ha sido convocada este año por el Observatorio Internacional de la Familia (FIM, de acuerdo a su sigla en inglés), para participar en el proyecto de investigación “Familia y Pobreza Relacional”.
El Programa de Ciencias para la Familia envío este mes la primera parte de este informe para su revisión, proyecto que responde al interés del FIM, de promover y desarrollar investigaciones acerca de la familia en los países que participan en dicho observatorio.
Juan Pablo Faúndez, académico de la Facultad Eclesiástica de Teología, es el director del Programa de Ciencias para la Familia de la PUCV y la persona que lidera el citado proyecto. En este informe además trabaja un equipo multidisciplinario compuesto por nueve académicos de diversas facultades, escuelas e institutos de nuestra Universidad.
El resultado de la primera parte de este estudio multidimensional sobre la pobreza en Chile, que se ha realizado desde marzo hasta noviembre de este año, ha permitido concretar dos dimensiones de abordaje con las que se ha aproximado, a esta institución humana fundamental. “El análisis de la familia como sujeto económico y la familia como sujeto educativo. El informe nos ha permitido profundizar en dos dimensiones esenciales de la sociedad primaria para levantar antecedentes en torno a la pobreza relacional en Chile”, informó el profesor.
“Conviene señalar que el análisis de la pobreza en Chile es bastante complejo. En las últimas semanas del desarrollo de nuestra investigación, hemos presenciado un estallido social sin precedentes en el país que ha evidenciado las condiciones de desigualdad estructural de las que hemos hablado en varios pasajes de este trabajo y cuyas cifras y antecedentes lo confirman. La síntesis de los datos que se han analizado en este estudio nos hacía adelantar que, efectivamente, la información que muestra la inequidad en la distribución de los recursos generaría tarde o temprano una explosión social como la vista en estos días, la que se sustenta, en gran medida, en los enfoques de esta investigación: economía y educación”, puntualizó Faúndez.
El académico agregó que “si bien el ingreso per cápita de Chile llega a los US$25,8 mil, el 1% de la población concentra el 26,5% de la riqueza y el 66,5% de la población reúne sólo el 2,1% del capital, lo que nos posiciona como el séptimo país más desigual del mundo. Y desde los antecedentes que muestran la creciente dependencia del endeudamiento de los hogares chilenos, que llega al 74,3% como porcentaje del ingreso disponible, se evidencia que en Chile la deuda se ha naturalizado progresivamente desde el año 2009, mediante el fenómeno que los especialistas han descrito como la democratización del crédito o el financiamiento de la pobreza, sin que se haya desarrollado como objetivo de la inclusión social la educación crediticia de los más pobres, demostrando, justamente, una falta de promoción de la dignidad en esta área tan sensible para el desarrollo humano”.
FAMILIA Y EDUCACIÓN
En cuanto al análisis de la “familia como sujeto educativo”, este informe refleja que gran parte de las problemáticas que se levantan en el estudio de la pobreza económica muestran su incidencia en el ámbito educativo, y viceversa, por lo que se trata de perspectivas interdependientes que explicitan el sentido multidimensional de la investigación que se presenta. “Quienes cuentan con acceso a la educación privada, de mayor calidad que la pública -aunque de todas formas evaluada en un nivel medio, como demuestra el informe PISA- son quienes, sin culpa directa, profundizan y perpetúan la brecha económica ahora por motivos educacionales. Este es un tema no menor, porque justamente la solidificación de la desigualdad en el país se nutre de las diferencias económicas que desde el nacimiento orientan a las personas hacia perspectivas y horizontes de desarrollo personal que serán prácticamente irremontables, salvo excepciones, y que se estructuran culturalmente a partir de los índices educativos”, indicó el profesor.
Para el académico por todo lo anterior, y dando por concluido este primer estudio, se hace presente que el desafío por la superación de la pobreza en Chile, en las dimensiones señaladas, es uno de los objetivos nucleares que están por delante, en la misma línea que sugiere la “Agenda Chile 2030”, que apunta a favorecer a las personas, el planeta y la prosperidad, adoptando así los objetivos de desarrollo sostenible promovidos por las Naciones Unidas (este organismo internacional, a través de los 17 objetivos declarados el año 2015, contempla fundamentalmente la erradicación de la pobreza en todas sus formas, abordando las causas fundamentales de la pobreza y la necesidad universal de lograr un desarrollo a favor de todas las personas).
“Debemos entonces promover transversalmente los valores (verdad, justicia, libertad y caridad) y los principios (dignidad de la persona humana, bien común, subsidiariedad y solidaridad) que la Doctrina Social de la Iglesia ha cultivado especialmente en el correr del siglo XX, y que han sido puestos de relieve en estos días por diversos especialistas que denotan que el avance hacia el desarrollo de Chile depende, en gran medida, de una sostenida y compleja transformación cultural de la nación”, concluyó el doctor.
Por Natalia Cabrera
Facultad Eclesiástica de Teólogía PUCV